El último post del proyecto Sherpa Life
Lo peor de las despedidas no es tener que dejar todo lo que has conocido sino darte cuenta de todo lo que no has llegado a conocer
Una des primeras cosas que aprendí al llegar al Khumbu fue que aquella palabra omnipresente, casi mágica, Namaste, que todo el mundo usa en Nepal para saludarse, no es una palabra Sherpa sino nepalí. Está tan extendido su uso que cuando los sherpas se dirigen a un extranjero nunca usan su equivalente Sherpa: Tashi Delek (o Trashi Dele). Fue esta expresión la que más puertas me abrió y más sonrisas me regaló cuando visitaba gente Sherpa durante mi estancia en aquellos valles. Ésta y dos expresiones más, khole phep (adiós) y thuuche thuuche (gracias) es todo mi bagaje para las relaciones sociales, en lengua Sherpa, que me he llevado a casa. Muchos pensaréis, limitado, ¿verdad? Pues sí, pero aprender la lengua Sherpa no formaba parte de mis objetivos cuando preparé el proyecto Sherpa Life.
Esta introducción me sirve para iniciar este post, que es una breve reflexión para responder a las preguntas que muchas amigas y amigos, entre los que ya cuento los suscriptores y seguidores de mi blog, me habéis hecho durante el último año: ¿Ha valido la pena? ¿Cuál es el balance de tu experiencia?
Para ponerlo en contexto quiero recordar cuáles eran los tres objetivos del proyecto:
- Observar, conocer, entender y difundir cómo es la vida de los habitantes Sherpa de los valles del Khumbu, en Nepal, en el siglo XXI
- Analizar el impacto económico, social y cultural de trekkings, expediciones y actividades turísticas sobre los habitantes de estos valles en los últimos 75 años
- Analizar el impacto que la llegada de las tecnologías de la información y comunicación ha tenido en la vida de los habitantes del Khumbu
UN BALANCE POSITIVO
Para alcanzar estos objetivos me propuse pasar un año entero en el Khumbu, para convivir con los sherpas de aquellos valles, más allá de las temporadas turísticas. Me pareció una manera práctica, quizás poco científica (o nada), de aproximarme a una realidad que intuía muy interesante, aunque desconocida para mí. Aquel año entero se convirtió, ya antes de empezar, en dos períodos de 5 meses por razones de la limitación del visado por parte del gobierno nepalí. Y, finalmente, como ya sabéis, sólo han sido 7 meses, por culpa de este virus que nos rodea y nos ha cambiado la vida.
El comedor de mi alojamiento, en agosto El mismo comedor, en octubre
A la pregunta de si ha valido la pena, os tengo que decir que la respuesta es: mucho, ¡muchísimo! Tengo que reconocer que cuando me fui para allá, a pesar de estar muy motivado y convencido de lo que iba a hacer, también tenía mis dudas por cómo me adaptaría a una forma de vida tan diferente de la nuestra. Tanto por el reto físico (salud, alimentación, altura, moverme siempre a pie, edad) como emocional (lejos de casa, de la familia y los amigos; ¿me aburriré? ¿se me hará demasiado largo?). Pues estoy muy satisfecho de cómo superé estos dos retos.
Pasang y yo en el Campo Base del Everest Con mi amigo Pasang en la cima del Gokyo Ri
La salud era la mayor preocupación que tenía y afortunadamente me respetó mucho. En eso me dio mucha tranquilidad el proyecto de investigación que la Dra. Carmen Comellas, del CIMETIR de la Clínica Sant Josep (Althaia) de Manresa (https://www.clinicasantjosep.cat/serveis-medics/unitats-especialitzades/cimetir ), quiso realizar para estudiar el impacto que una larga estancia a mucha altura (entre los 3.500 y los 5.500 m) podía tener en la salud de una persona de más de 70 años. Esto me obligaba a realizar unos controles diarios de varios parámetros de salud, que periódicamente enviaba a la Dra. Comellas y de los que ella me devolvía sus comentarios. Este seguimiento me daba una tranquilidad que por mi mismo seguramente no habría tenido.
La ilusión para desarrollar el proyecto, la buena acogida y el apoyo de la gente de allí (en especial de mi amigo Pasang y toda su familia) me hicieron más fácil el reto emocional. La tecnología disponible en casi todo el Khumbu me permitió sentirme más cerca de casa. Y la visita de la familia a mediados de octubre fue para mí como hacer un reset (y para ellas y ellos también, estoy seguro).
LA VISITA DE LA FAMILIA
En el monasterio de Tengboche Despidiéndose de la familia de Pasang Adiós a Namche
Ha sido una experiencia vital tan intensa, que en ningún momento tuve la sensación de aburrirme o perder la ilusión. De hecho, había tanto por descubrir y aprender, tanta gente que conocer, tanto para explicar, que los días pasaban ligeros y llenos de novedades y emociones.
En cuanto a los 3 objetivos que me propuse, los considero bien logrados. Los 27 posts que he publicado, así como las fotos de la web (www.sherpalifeproject.com ) y de Instagram (#sherpalifeproject) creo son la muestra más palpable del resultado. Me siento orgulloso tanto por lo que he podido hacer como, sobre todo, por haberlo podido compartir con tanta gente.
EL PROYECTO EN CIFRAS
En este post me ha parecido interesante (o al menos curioso) añadir unas cuantas cifras sobre el desarrollo del proyecto. Aquí las tenéis:
Duración del proyecto: 6 meses y medio
Días pasados en el Khumbu: 177
Distancia recorrida a pie: 1.215 Km
Tiempo caminando: 435 horas
Altura máxima: 5.643 m (cima del Kala Patthar)
Desnivel acumulado positivo: 56.023 m
Duración del proyecto: 6 meses y medio
Días pasados en el Khumbu: 177
Distancia recorrida a pie: 1.215 Km
Tiempo caminando: 435 horas
Altura máxima: 5.643 m (cima del Kala Patthar)
Desnivel acumulado positivo: 56.023 m
El Ama Dablam desde Khunde, en invierno El Thamserku desde la ventana de «mi casa»
KHOLE PHEP (ADIÓS)
Han pasado 12 meses desde aquel primer post que titulé Preparando el camino de Catalunya a Namche, y lo que era un proyecto ahora ya es una realidad. Lo que era la inquietud de empezar la aventura, ahora ya es la satisfacción por todo lo que he aprendido, toda la gente que he conocido, todos los lugares que he visitado y todos los apoyos que he tenido.
Ahora es el momento de abrir un paréntesis entre lo que he hecho y lo que me gustaría hacer de ahora en adelante. Alguna exposición, material audiovisual, charlas de divulgación y, si lo consigo, un libro. Si amigas y amigos que tanto me habéis insistido en que escribiera un libro, lo probaré. Material no me falta, ilusión tampoco. Veremos qué sale de todo ello.
Por lo tanto, como dice la canción: no es un adiós para siempre, es sólo adiós por un instante. Un instante que será un poco largo, pero que al final espero reencontraros para seguir compartiendo. Thuuche thuuche (gracias) por estar ahí y ¡hasta pronto!