UN ADIOS INESPERADO A NEPAL

El proyecto Sherpa Life continúa desde el confinamiento

Hace tan sólo dos semanas os enviaba el último post que escribí, aún desde Namche, donde explicaba como la crisis del COVID-19 afectaba la región del Everest. Poco podía imaginar entonces que una semana más tarde estaría bajando hacia Kathmandu, de una manera casi precipitada, para intentar volver a casa lo antes posible y dando por terminada mi estancia en el Khumbu, tres meses antes de lo previsto. Así lo comuniqué a todos los suscriptores de mi blog, en un breve mensaje enviado el día 20 de marzo.

El proyecto lo acabaremos entre mi amigo y guía Pasang y yo. Él desde Namche y yo desde mi casa. Aún me queda mucho material por trabajar y compartir con todos vosotros y, con la ayuda de Pasang, lo podré acabar de completar. No será como lo habíamos planificado y como nos hubiera gustado terminarlo, pero hemos tenido que adaptarnos a las circunstancias.

Estas dos semanas han sido, creo que para todos, y para mí también, 15 días de vértigo en que los acontecimientos en muchos países del mundo se sucedían a gran velocidad y a cada hora que pasaba la situación en cada país iba cambiando. Y así continúa todavía, día tras día.

Fue como una huida un poco surrealista ya que salía de un país con un único contagiado registrado, hacia un país donde los contagiados y los muertos se contaban ya por miles. Pero era volver a casa y eso pesaba más que nada.

En toda la zona del Khumbu no había ningún caso de contagio conocido pero los efectos de este maldito virus sí habían llegado. En pocos días vi y viví como, lo que debía ser el arranque de la temporada de primavera se convertía en un frenazo en seco de la llegada de expediciones y trekkings.

Namche se había vaciado de turistas y también de trabajadores que habían llegado para el inicio de la temporada. Incluso el «mi» barbero, cuando me fui a cortar el pelo y la barba el día antes de irme, me dijo que al día siguiente se volvía a Katmandú porqué allí ya no tenía trabajo.

El día que bajé de Namche a Lukla para coger el pequeño avión que tenía que llevarme hasta Katmandú, en los casi 20 km de camino me crucé con tan solo 5 turistas que subían. Menos que cualquier día de invierno. Todas las demás personas que me encontré eran gente del país. También encontré aún algunas caravanas de mulas subiendo suministros hacia el Khumbu, que a estas alturas ya habrán desaparecido por completo. En definitiva, un panorama desolador.

Por el camino y con gran sorpresa y alegría, me encontré con Lama Seru y su mujer (véase post 13 http:// http://sherpalifeproject.com/es/lama-seru-una-vida-dedicada-a-millorar-els-camins-de-leverest/), ya recuperado de su grave enfermedad, que se dirigía, por precaución, hacia la parte baja del distrito de Solukhumbu. Saludos, intercambio de buenos deseos y selfie.

Encuentro inesperado con Lama Seru y su esposa, camino de Lukla

A mi llegada a Katmandú, a primera hora de la mañana del domingo, ya me di cuenta que el tráfico era muy fluido y tranquilo y en las calles había mucha menos gente de lo que es habitual, en un país que se hace vida en la calle. El confinamiento aún no se había decretado, tan sólo era una recomendación del gobierno de que la gente se quedara en casa.

En aquellos momentos no sabía si podría salir del país o me vería obligado a quedarme un tiempo indeterminado. Ya hacía días que no podía entrar nadie, ni extranjeros ni nepalíes que quisieran volver a su país, y el gobierno acababa de decretar la suspensión de todos los vuelos internacionales tanto de entrada como de salida.

Una visita a las oficinas de la compañía aérea, a la que antes de salir de Namche había comprado un billete para viajar a Barcelona, ​​me hizo dar cuenta que una pequeña rectificación de la orden de suspensión de vuelos internacionales de salida del país, la había dejado momentáneamente sin efecto. Nadie, sin embargo, sabía hasta cuándo.

La tónica del día fueron las visitas deprisa y corriendo, y largas colas en las oficinas de las pocas compañías aéreas que aún operaban en Nepal, donde los extranjeros intentábamos confirmar el vuelo o comprar un billete. Unos billetes que doblaban su precio cada 12 horas. Algunos llegaron a 10 veces su precio habitual. Finalmente, el mismo domingo por la noche, una llamada de la compañía aérea me confirmaba el vuelo para el día siguiente y me daba las instrucciones para acceder al aeropuerto. Todo parecía indicar que mi salida del país iba por buen camino.

Al día siguiente, lunes, ya se había decretado el cierre de todas las actividades excepto las esenciales. Esto dejó unas imágenes insólitas de un centro de Katmandú con las calles vacías y las tiendas cerradas. Una imagen que sólo habían conseguido los toques de queda de los últimos tiempos de la monarquía para frenar la guerrilla maoísta, hoy plenamente integrada en el gobierno de la República de Nepal.

Un detalle. Las calles de Katmandú, como en otras ciudades de países similares, están siempre llenas de personas que te ofrecen insistentemente todo tipo de objetos. En los casi dos días que estuve allí, no creo que se me acercaran más de dos o tres.

El lunes saltó la noticia del segundo caso registrado de COVID-19 en el país y esto provocó que el gobierno ordenara el inmediato confinamiento total de la población, el cierre de todas las fronteras y la suspensión de todos los vuelos tanto domésticos como internacionales, a partir del martes. Esto lo leí en los periódicos cuando ya estaba en Doha (Qatar), durante la escala del vuelo hacia Barcelona, ​​y por lo tanto no pude ver los efectos, pero me puedo imaginar.

Es de suponer que estos efectos no deben ser iguales en las ciudades y zonas más pobladas que en los pueblos de las zonas de montaña que he conocido durante estos meses que he vivido allí. No me los puedo imaginar encerrados en casa sin salir. Los que se dedican al turismo no tienen trabajo, pero hay otros trabajos agrícolas y ganaderos que deben hacerse. Por ejemplo, ahora es precisamente el tiempo de plantar las patatas, principal cultivo de la zona del Khumbu. Cuando tienen otros trabajos de la temporada turística, contratan trabajadores de otras zonas del país para que los ayuden en las labores agrícolas pero este año no los necesitarán. Lo harán ellos mismos.

Finalmente, el martes 24 llegué a casa gracias a haber podido aprovechar la «ventana» de autorización de vuelos internacionales, que sólo duró 24 horas. Me salvé por los pelos de quedar confinado en Katmandú «sine die», ya que de momento la suspensión de vuelos se ha alargado hasta el día 15 de abril.

Todo esto ocurre en un país que, a día de hoy (31 de marzo), oficialmente sólo tiene registrados 5 casos de COVID-19 y que ha adoptado la estrategia de aislarse del exterior para intentar evitar la entrada y propagación del virus, conscientes de que, con su débil infraestructura sanitaria, les sería muy difícil hacer frente a una emergencia como la que estamos viviendo aquí. Les deseo toda la suerte de mundo.