BANDERAS DE COLORES ONDEANDO: ORIGEN Y SIGNIFICADO

La mayoría de la gente que hemos ido a Nepal alguna vez, hemos vuelto a casa con varias tiras de aquellas banderas de cinco colores, quizás más conocidas entre nosotros como banderas de oración, que después hemos puesto en algún lugar que nos parece que quedan bonito o tal vez se nos han quedado dentro de un cajón. Pero ¿nos hemos preguntado alguna vez por su origen y significado? Yo he de reconocer que no.

Hace unos días, durante una ceremonia de bendición y posterior colocación de esas banderas en lo alto de unos riscos, tuve la oportunidad de descubrir cual es el origen y significado de unos elementos tan simbólicos como esos. He de reconocer que fue una experiencia de las más interesantes que he tenido hasta ahora, en este proyecto. Es por eso por lo que quiero compartirlo con todos los que seguís mi blog.

Estas banderas, que se llaman lungdar en lengua sherpa, están formadas por una serie de pequeñas banderas cuadradas o rectangulares, unidas por una cuerda o hilo, con oraciones o mantras impresos, y con la sencilla idea de que el viento y el agua se encargarán de llevarlas a todos los seres del universo, y no, como erróneamente se cree a menudo, de hacerlas llegar a los dioses.

Las colocan sobre todo en crestas, riscos o puertos de montaña, pero también sobre los tejados de las casas. Las banderas, de colores azul, blanco, rojo, verde y amarillo, se colocan por este orden, ya sea de arriba hacia abajo o de izquierda a derecha. Estos colores significan el cielo, las nubes, la piedra, el agua y la tierra, o también los cinco elementos: aire, agua, fuego, tierra y espacio.

Los sherpas creen que estas banderas, una vez bendecidas por un lama y colocadas en alguno de esos lugares, llevarán suerte, felicidad, salud y larga vida a su familia. Por ello, coincidiendo con el comienzo del año tibetano, llevan a bendecir las banderas y las colocan, en los días señalados como propicios, dentro de los primeros 20 días del primer mes del año. El número de banderas del conjunto que cuelga cada familia debe ser mayor que la suma de las edades de las personas que la forman.

Suelen renovarlas una vez al año. La colocación se debe hacer sin que se toquen con las ya existentes y los restos de las viejas no se pueden tirar. Se deben quemar o depositarlas en alguna de las muchas cuevas sagradas que hay cerca de los monasterios.

El pasado domingo 1 de marzo, que era el día 7 del primer mes del año 2147 del calendario tibetano, con mi amigo Pasang habíamos ido al pueblo de Thame y él quiso aprovechar la ocasión para subir hasta el monasterio budista que hay sobre el pueblo, para hacer bendecir las banderas que llevaba desde su casa, en Namche.

Por la mañana, temprano, subimos hasta el monasterio para ir a la casa de uno de los lamas que viven en el monasterio. Un hombre de 88 años, que ha vivido toda la vida en ese monasterio, nos recibió con una gran amabilidad. Allí, en el pequeño salón donde él hace vida, pusimos los cuatro rollos de banderas en una bandeja y él comenzó a recitar mantras en tibetano durante un buen rato. Mientras recitaba esos mantras y quemábamos incienso, iba tocando pequeños instrumentos y esparcía granos de arroz sobre las banderas y por todo el salón. El ritual, y la atmósfera del pequeño espacio donde se producía, tenían un efecto cautivador para mí, a pesar de no comprender todo el significado.

Terminada la ceremonia de la bendición nos fuimos montaña arriba por encima del monasterio, hasta el lugar que mi amigo había elegido para colgar las banderas. Entonces él, con mucho cuidado, encendió una pequeña hoguera con ramas de enebro y durante unos momentos pasó las banderas por encima del humo del enebro. Después subió aún más arriba y las fue empalmando y extendiendo hasta que acabaron formando un gran arco de colores con las banderas ondeando, entonces las ató con mucho cuidado procurando que no tocaran las que ya había en el mismo lugar.

Al terminar, volvió al lugar del fuego para hacer una pequeña oración y lanzar al aire un puñado de arroz mezclado con semillas de cereales, que había preparado el lama durante la ceremonia de bendición.

Terminado todo esto, y habiendo protegido con unas piedras lo que quedaba de la pequeña hoguera para que con el viento no se esparciera, sólo nos quedaba deshacer el camino de bajada hacia el monasterio. Lo hicimos ligeros y en silencio. Un silencio, el de mi amigo, que interpreté aún de recogimiento espiritual, que duró hasta llegar otra vez al monasterio.

Una vez allí, emprendimos el camino de vuelta a casa, a Namche, muy contentos. Él por haber cumplido un ritual en el que cree, y yo por haber aprendido qué significan para los sherpas, estas banderas. Y la verdad es que no encuentro una manera más sublime de simbolizar los deseos de suerte, felicidad, salud y larga vida para todos los nuestros.